10 febrero 2025

El puente de la felicidad

Una muchedumbre interminable arrastraba sus desdichas en grandes maletas. Por fin alguien había descubierto el gran secreto: la felicidad se encontraba al otro lado del puente. De hierro, sin adornos ni sutilezas, parecía construido con prisa y rabia. La leyenda corrió por toda la ciudad, se decía que una mujer desesperada lo había levantado sola, a golpe de martillo.

Llegó una anciana encorvada bajo un baúl lleno de mucho peso, el de siempre: “sé buena madre, hija, esposa…”, “mereces ser feliz…” y estupideces parecidas. Cada paso era un resoplido y, cada resoplido un reproche a la sociedad. Lo miró resignada, suspiró y lo dejó caer cuando atravesó el puente.

Al otro lado encontró una enorme puerta negra. La empujó esperanzada con sus temblorosas manos esperando algo grande: el paraíso, la iluminación, al menos un spa. Pero no había nada, solo un campo desierto y un cartel mugriento que decía: «Aprende a vivir con esto»

Cuando leyó el cartel sintió que algo se rompía por dentro, pero de una manera diferente, como si una cuerda demasiado tensa se soltara. Emitió su primera carcajada en lustros. Era lo más sincero que había visto en toda su vida.

Detrás, la fila seguía avanzando, algunos aferrándose a maletas cada vez más pesadas, otros fundaban la religión del puente. Los que pasaban, o bien se quedaban o volvían cabizbajos. La anciana, ahora ligera como una pluma, decidió dar un último paseo por el puente. Al preguntarle qué había al otro lado, ella se encogió de hombros y dijo:

-Lo mismo que aquí, pero sin baúl que cargar.

El puente seguía ahí, imperturbable, esperando la siguiente alma que se atreviera a enfrentase con su propia carga.







09 febrero 2025

Estrés y ansiedad: ocho pasos para dejar de pelear contigo mismo

  1. Reconócela: La ansiedad no es un fantasma; es un altavoz interno que grita “¡Peligro!” aunque estés bañándote en un spa. Aprende a reconocerla antes de que se disfrace de agotamiento o insomnio.
  2. Expectativas: No vivas la vida que esperan de ti. Ser amable está bien, pero no hace falta optar al nobel o ser una ONG emocional. Aprende a decir sí cuando es sí y no cuando es no. ¿Qué esperas tú de ti?
  3. No trates de controlar: Tu mente es una vía de cinco carriles sin semáforos. Si la tratas de controlar serás el controlado. Observa el caos estando presente en la sensación. Observa.
  4. Rescata tu cuerpo: Aprende a liberar la tensión. Una respiración bien hecha puede hacer más milagros que un día entero de quejas. Mueve tu cuerpo de la manera que más te gusta, pero muévelo, usa tu atención. Lo que enfocas crece.
  5. Cambia el diálogo: Si te hablas como un censor de cine mal pagado, es hora de cambiar el guion. Sólo estás escribiendo tu historia. El que te juzga eres tú. Expresa lo que deseas y lo que no deseas. Sé claro. Pon límites.
  6. Frena. No necesitas hacer cinco cosas a la vez. Prioriza y descansa. El mundo no se acaba si dedicas algún día a hacer absolutamente nada.
  7. Acepta los pensamientos: No se trata de pelear con ellos, sino de darse cuenta de que solo son pensamientos. La realidad es lo que haces. No des tanta credibilidad a la radio interna. Cambia de emisora, “onda realidad”
  8. Busca ayuda: A veces, hablar con alguien que no sea tu espejo o tu amigo, también es útil.

Las tormentas más fuertes se vuelven inocuas cuando aprendemos a navegar en ellas




02 diciembre 2024

Empujando

El espectáculo fuera del carnaval, la necesidad de necesitar, la planta fuera de tiesto, la cuerda loca de la guitarra, la bandera que no ondea, las calles que no callejeas, el horizonte cercano y estas letras que flaquean.

Los disfraces dirigen, la sombra que no miramos, el miedo a desentonar, el disimulo de tu deseo, el grito que censuras, la niña buena estresada, la basura que no sacas, ese hacer como si…, la libertad que te aterra.

Nada es lo que parece detrás del filtro empañado con que miramos, desde el pasado que te gobierna. Si arrancas ese filtro, asumirás la realidad que te golpea, abraza y despierta. O sigue durmiendo, pero no te quejes de las pesadillas. La vida no está para los que esperan a que algo suceda, sino para quién empuja las puertas y rompe las reglas.



18 noviembre 2024

SALVAJE

Me gusta el lobo, no hay que ir detrás recogiendo su mierda en bolsitas de plástico biodegradables. Es lo que tiene ser independiente, salvaje. Viene del latín silvaticus (selva) y significa no domesticado, sin correa. Es decir, todo lo contrario que el homo sapiens, también llamado humano, que es totalmente libre… de pensar exactamente lo que le han enseñado a pensar desde niño. La ideología se encarga del resto. De hecho, ahora mismo estamos en la era de la rebeldía programada, ensayada y domada. Hazles creer que son libres, ese es el truco.

También es la época de concursos de solidaridad pública. Altruismo en alta definición, con brillos, filtros y reportajes de cámara. Si un acto generoso cae por un bosque y nadie lo tuitea, ¿existe?

Y ahí están los homocanes (me gusta inventar palabras), perros humanizados que señalan el olvido del lobo, con su melena peinada como si hubiesen salido del spa, listos para una vida de lujo donde el homo sapiens recogerá su mierda. Mientras, en las colinas, un aullido me recuerda que lo salvaje o no domesticado, aún resiste a esta mentira que rueda y rueda. Despierta el lobo que llevas dentro. Desobedece.

Cuídate del hombre que no habla y del perro que no ladra. (Cheyenne)




Equilibrio mental y masa social

La idea de equilibrio mental se ha vinculado tradicionalmente a la adaptación social, una trampa que, en muchos casos, asfixia la individualidad. En Europa, hubo un tiempo en que adaptarse significaba que la mujer no debía estudiar ni acceder al conocimiento, a menos que perteneciera a la realeza o al clero. Si arriesgaban desafiar estas normas, se las calificaba de locas o brujas.

En otras épocas, ser un “adaptado social” implicaba aceptar la inferioridad de ciertas razas o ver la homosexualidad como algo perverso. Quienes cuestionaban estas ideas eran considerados perturbados. También se considera adaptación aprovechar privilegios dentro de la política, la empresa o la banca, con influencias o “enchufes” que condenamos en público, pero aceptamos en privado cuando nos benefician.

Así, cada época va construyendo su concepto de “normalidad”, un molde social que, en aras de la aceptación, desvanece las convicciones personales. Adaptarse se convierte en ceder, en no parecer raro, en rendirse a la influencia de lo “aceptable”. Y cuando lo “normal” nace de la masa, de la ideología, del poder, la religión dogmática o el miedo, comienza la cacería y el debate sobre lo que significa realmente una persona equilibrada.






El ruido de los viernes

El tipo de los jueves, ese de la esquina de la barra con mirada perdida en el fondo de su vaso, ha venido el viernes. Hay blues sonando dentro y bullicio fuera. El ruido, siempre presente, inunda la vida.

Se habla de ser uno con el universo, alcanzar el silencio, pero el tipo de los jueves se dio cuenta de que hay que revolcarse primero con el ruido, sentir que te golpea. Aceptar el ruido es silencio.

El tipo de los jueves contempla el ruido del viernes, el mismo con otras tonalidades. La gente corre de un lado a otro, buscando apariencias de algo, demostraciones de espiritualidad buscando acallar el ruido. Buscan compañías efímeras para escapar de ese ruido interior que parece reventarles la cabeza. Siempre habrá ruido, la respuesta no está en forzar silencio, en buscar aprobación, en fingir calma…

El tipo de los jueves lo sabe, hay ruido fuera y hay ruido dentro de la mente y no se puede apagar. No necesitas huir del ruido para encontrar silencio. Darse cuenta de ello te convierte en el observador del ruido, del estruendo y solo entonces, cuando no te identificas con el movimiento mental, entras en contacto con la realidad y te enteras de que estás muy vivo desde el silencio donde reposa el ruido.




Ensoñaciones

Despertó o eso creía él, en una cama diferente, la misma pareja haciendo que dormía y el Aloe vera, muerto de sed en la repisa. En la radio hablaban otro idioma. Todo parecía igual pero como si un director de teatro hubiera movido el decorado de sitio.

Bajó a la calle y ahí estaban las mismas sonrisas ensayadas y el mismo juego: pretenden. Pretenden ser felices, importantes, pretenden encajar hasta desaparecer, parejas perfectas en público, concursos de titulaciones, caras de plástico que nunca envejecen, pretensiones de ser auténticos.

De pronto se vio reflejado en la cristalera de una cafetería y descubre su propia pretensión: sonrisa falsa, disimulo de autenticidad, una farsa que ya ni reconocía.

Despertó o eso creía él, en una cama diferente y se dio cuenta de que nunca perteneció. Ni a este sitio. Ni a estos pensamientos. Ni a este cuerpo…

“Si tratas de encajar… puede que lo logres y desaparezcas para siempre” (L.Resano)